lunes, 29 de noviembre de 2010

Cultura y poder: de la resistencia a la ofensiva - Por Juan Pablo O´Dezaille- FrenteTNyP

A fines de noviembre se llevó a cabo en la Biblioteca Nacional el Encuentro latinoamericano del libro social y político del Bicentenario. Participaron escritores, dirigentes sociales, políticos y académicos de distintos países. También referentes de los movimientos sociales. Por el Frente Transversal, a Juan Pablo O’Dezaille le tocó dicha representación. A continuación reproducimos algunos momentos de la postura de Juan pablo.

“Que estemos hoy en la Biblioteca Nacional compartiendo este encuentro con los distintos compañeros de diferentes organizaciones, es, sin duda, un signo de que vivimos un nuevo tiempo. Porque este Centro Cultural, una especie de templo del conocimiento, estuvo en muchas oportunidades al servicio de una elite. Una elite que tenía los mejores palacios, las mejores obras, las mejores expresiones artísticas y esta Biblioteca fue sin duda en algún momento de nuestra historia un símbolo fuerte de todo eso.

Hoy estamos en otro momento. Si bien hay una definición de cultura que dice que es “todo aquello que hacen los hombres y las mujeres” a mí me parece que esa es una definición un tanto amplia e imprecisa. Prefiero aquella de García Márquez que sostenía que cultura es: “la posibilidad de aprovechamiento social del conocimiento colectivo”. Si bien, doscientos años son muy pocos si los medimos en relación a la construcción de una Nación, en cuanto a esta pelea entre los dos modelos de país que mencionaron otros compañeros anteriormente, nos parece que en esa batalla hay momentos en que se producen hechos culturales asociados a políticas defensivas del campo popular y otros, donde los cultural está relacionado con acciones de ofensiva.

Así, como uno es partícipe de esa cadena de la construcción de lo nacional y popular, donde la historia no empieza cuando uno llega ni termina cuando uno se va, hoy lo que nos marca como eje central de la disputa por el poder es por un lado la lucha por la distribución de la riqueza pero por el otro, la pelea por el modelo cultural, por el sentido de ese proceso. La disputa por el relato como dice nuestra presidenta.

Pelearle a esas consignas del poder que venían de la larga noche de la dictadura, como esa que decía que “el silencio es salud”, fue una batalla muy importante entre otras que dio el campo popular por esa época. La vuelta de la democracia nos llevó a otro escenario muy diferente pero en el cual se plantearon diferencias de otro tipo con el alfonsinismo gobernante. Para el radicalismo su idea de lo cultural estaba asociada al espectáculo. Donde la cultura era algo hecho por pocos, pero que tenía cierta masividad en los receptores. Vistos en general como pasivos, frente a las representaciones artísticas. Donde la producción seguía estando en pocas manos. En aquellos que poseían una técnica y estaban legitimados para hacerlo.

Esta mirada restringida de lo cultural como productora de sentidos, dio paso a la mirada neoliberal, donde la concepción que primó fue que el poder lo discuten los poderosos, no puede haber proyectos colectivos. El individualismo, el no te metas, fueron configurando un escenario donde también se produjo una fuerte transformación de conceptos y de palabras en nuestro lenguaje cotidiano: en vez de pueblo, éramos opinión pública o gente, en vez de militantes, operadores políticos.

En esas políticas de resistencia que se empezaron a dar en esa época, que tomó formatos heterogéneos quizás debamos buscar los rastros de esta ofensiva no solo en lo económico-social sino también en lo cultural de hoy; donde tanto Néstor como Cristina constituyen símbolos fuertes de estas embestidas.
En esa época, la interpelación que se hacía desde el poder neoliberal a valores muy arraigados en nuestro pueblo como por ejemplo la cultura del trabajo, fue en muchos casos demoledora… Los compañeros se iban con un retiro voluntario, les iba mal a muchos de ellos en emprendimientos personales o familiares y la sensación que les quedaba era que ellos habían fracasado. No que había un sistema que los expulsaba y los marginaba del circuito productivo.
En ese sentido, los piquetes en la Matanza de la CTA, constituyen un punto muy importante de esa resistencia, porque no solo se daba desde una lógica asamblearia sino que planteaba que los desocupados no eran una suma de fracasos individuales sino que seguían siendo trabajadores y por lo tanto, había que seguir organizándolos.

Así llegamos al estallido del 2001, con esa consigna muy perniciosa y tramposa como era esa que decía: “que se vayan todos…” inclusive la otra que parecía más interesante: “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola…” que duró hasta que se arregló el tema de los bancos y entonces se volvió a demonizar a los sectores populares… Este ejemplo es lo suficientemente claro que esta batalla por los dos modelos es también una batalla cultural que debemos dar permanentemente y sin concesiones.

¿Por qué decimos que detrás del que se vayan todos…había un discurso reaccionario? Porque lo que expresaba esa consigna era que la política era una mierda, no nos representa y entonces ¿quién nos va a gobernar? Cuando se pierde la centralidad de la política, los únicos que ganan son los poderosos.

Por eso en vez de confrontar proyectos políticos diferentes lo que prevalece es cuanto medía el riesgo país, los analistas planteando que tal vez era necesario que nos vengan a dirigir un comité de expertos, que quizás era mejor no tener moneda propia, que éramos todos un fracaso, que no servíamos para nada…Pasábamos de ser los mejores del mundo, de la ficción del deme dos a ser incapaces de conducir nuestro propio destino.

La resistencia a esa mirada que se pretendía imponer de nosotros mismos desde el poder, es donde se va a posicionar el kirchnerismo para desmontar ese discurso planteándole a la sociedad en general y a los sectores populares en particular otros desafíos.

Hay dos cuestiones que sostuvo el kirchnerismo -más allá de múltiples acciones que llevo adelante en estos siete años- que le dieron legitimidad para diseñar otros horizontes: 1. Se terminó con las políticas sistemáticas de ajustes contra el pueblo argentino 2.- No hubo ningún acto más de represión estatal contra el campo popular. Y estos dos temas conforman definitivamente también un nuevo paradigma cultural.

La disputa por una cultura nacional y popular está abierta. La incorporación de sectores heterogéneos que se vieron reflejados en la multitudinaria asamblea popular en que se convirtió la Plaza de Mayo -con sus historias y sus fantasmas-, en el velorio de Néstor, así lo atestiguan. Estamos en un tiempo extraordinario con gobiernos progresistas en la mayoría de los países latinoamericanos. Cuando Kirchner llegó a la Rosada, dijo que no pensaba dejar las convicciones en la puerta. Sabemos que Cristina tampoco lo hará.

Esta también en nosotros redoblar la militancia para garantizar que este sueño popular alcance en el 2011, una nueva y necesaria victoria. Ese será seguramente nuestro mayor desafío pero también el más genuino de los homenajes, tanto a Néstor como aquellos que en estos doscientos años han venido batallando por la definitiva liberación de nuestra Patria.”

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